hypertrofia auditiva

Autorretrato de Bob Dylan con señora

Bob_Dylan_Self_Portrait cover

Por Javier Ferreirós

Entre la primavera de 1969 y la de 1970 Bob Dylan grabó su disco Self Portrait (“Autorretrato”) en Nueva York y Nashville. Fueron reclutados para el proyecto cincuenta músicos de estudio, entre los que se incluían por primera vez en un disco de Dylan coros femeninos y arreglos orquestales. Y el resultado final fue un disco doble de canciones de calentamiento, sin atisbo alguno de las canciones definitivas para las que se calentó. Tal repertorio está compuesto por 14 versiones, 7 temas nuevos (dos de ellos instrumentales), y 4 canciones grabadas durante su actuación en el Festival de la Isla de Wight con el acompañamiento de The Band- por increíble que parezca escuchando estas interpretaciones, son el mismo líder y el mismo grupo que prendieron fuego al mundo en 1966.

Hala, mete en el saco todo eso que tienes esparcido por ahí y sacamos un disco.

Self Portrait se abre con una pieza única en su género, el country-mantra:

DYLAN: all the tired horses in the sun por mrjyn

Dylan dijo un tiempo después que, ya que andaban circulando tantos discos piratas de sus sesiones de estudio – posiblemente sea el músico más “pirateado” de la historia- decidió sacar su propio disco pirata. Genial. Pero, ¿cuál era su intención original?

Como casi siempre con Bob Dylan, sobre todo en lo referido a su obra de juventud, el propio artista no te va a explicar sus intenciones respecto a tal o cual trabajo. Y como siempre los críticos –sobre todo los críticos americanos de su generación- le dan vueltas y revueltas a los motivos y claves de su obra y se sienten traicionados a cada tanto con sus giros artísticos cuando ya lo tenían encuadrado en tal o cual estilo, que Dylan suele abandonar tras un breve periodo de tiempo, cuando siente que ya ha agotado sus posibilidades. Es famoso el comentario escrito por el insigne Greil Marcus en la revista Rolling Stone cuando salió el Self Portrait: “¿Qué es esta mierda?”. Como toda la contracultura de la época – que al final, siguiendo un proceso natural, se convirtió en cultura oficial- se sintió traicionado por quien fue tomado por adalid, un gran músico que sólo quería tocar y escribir canciones que perdurasen gracias a su talento y a su trabajo constante.

El propio Dylan ha señalado que tanto con Nashville Skyline, el disco inmediatamente anterior, como con Self Portrait, intentaba destruir su propio mito convirtiéndose en un cantante meloso y pastelero. Con el paso del tiempo muchos comentaristas y biógrafos le han dado la razón, salvo en el aspecto de la intencionalidad: destrucción del mito sí, pero a su pesar. Dylan recurriendo a aquello de “El chulo no se cae, el chulo se tira”. Pero lo que sí es seguro es que Dylan nunca comulgó con la generación que se empapó en ácido, con los hippies que le montaron el Festival de Woodstock en la puerta de su casa mientras quería estar tranquilo con su esposa y sus hijos. La chavalada se colaba en su finca, e incluso sorprendió a una pareja echando un p…haciendo el amor y no la guerra en su lecho nupcial. En aquel momento le dio la risa, supongo que asumiendo que aquello era parte del precio de la fama y de la trascendencia de su obra, pero en los esbozos autobiográficos de Crónicas, publicados a principios del siglo XXI, Dylan escribió que tenía ganas de liarse a tiros con todos aquellos parásitos.

dylan cash

No estoy justificando el bajón cualitativo que supone Self Portrait en la obra de Bob Dylan; pero sí que veo comprensible que fuera así: un hombre felizmente casado, sin nada ya que demostrar en el terreno artístico, sin ganas ya de giros copernicanos y con los estudios de grabación y todos los recursos disponibles en lo referido a tiempo, dinero y personal, tiene que hacer algo; y lo que más le gusta a Dylan es tocar y cantar, más que escribir y componer. En esa época grabó otras “canciones de calentamiento”, durante las gloriosas sesiones con Johnny Cash, versionando docenas de temas, entre otras “I Walk the Line” o “Ring of Fire”, con arreglos improvisados para un dúo de compadres que supieron esquivar el aura legendaria de cada cual para pasárselo bien.

También tuvo Dylan un momento de esparcimiento con George Harrison, del cual constan grabaciones en las que tocan “Yesterday” y clásicos de su pubertad, como “All I Got to Do Is Dream”. Unos colegas se juntan y se ponen a tocar sin pretensión alguna; el caso es que estos eran mundialmente famosos y tarde o temprano alguien les iba a echar en cara que no estuviesen pariendo obras maestras sin descanso, porque así se las gastaban los fans por aquel entonces. Y ellos, por supuesto, lo sabían, pero a esas alturas ya estaban inmunizados.

Dylan también dijo, contradiciéndose a cada parpadeo, como siempre, que grabó aquel disco en plan broma. Uno de los músicos de estudio, respondiendo a tal afirmación, declaró que en aquellas sesiones no se reía nadie.

Luego está la voz nueva que había estrenado Dylan en Nashville Skyline, al parecer por haber dejado de fumar durante una temporada, y que sus amigos de adolescencia dicen que era su voz auténtica. Tanto en aquel disco como en Self Portrait, y no sólo por la voz, escuchamos a Dylan intentando ser efectivamente una especie de cantante melódico, remedando clásicos del country, así como interpretando nuevas composiciones, con sus ídolos Hank Williams y Elvis Presley muy presentes.

Pasemos revista a algunos comentarios alrededor del Self Portrait por parte de contrastados estudiosos de la obra de Dylan y demás, comentarios que van del desprecio implícito a la ponderación cabal:

En la biografía de Dylan publicada por Howard Sounes en el 2001, (en España Bob Dylan. La biografía, Reservoir Books de Mondadori) del tipo “el lado humano del monstruo” y basada en jugosos cotilleos y chisposas anécdotas, encontramos estas afirmaciones:

“Las pistas básicas estaban tan poco pulidas que Bill Walker, el encargado de los arreglos, tuvo que eliminar casi toda la parte de guitarra de Bob. Y esto resultó una tarea difícil, dada la costumbre de Bob de cantar muy cerca del micrófono, sujetando la guitarra en alto contra su pecho”.

A Sounes le falta decir en el epílogo: “Pero como el chalado este escribió un par de canciones bonitas, se lo perdonamos todo.”

Robert Shelton, viejo conocido de Dylan y el primero en publicar una crítica sobre una de sus actuaciones, nos dice lo siguiente sobre el Self Portrait en su libro canónico No Direction Home: The Life and Music of Bob Dylan (Beech Tree Books, 1986):

“Se vendió increíblemente bien, recaudando tres millones de dólares a finales de junio de 1970.”

“Le dije a Dylan que el Self Portrait me confundía (…) Señaló que si el álbum fuera de Elvis o de los Everly Brothers, no supondría un shock para tanta gente.”

Las medias tintas siempre venden mejor; y si los Everly Brothers sacasen el Blonde on Blonde, la Tierra empezaría a girar al revés.

El que tal vez sea el mayor erudito en la obra de Dylan además de un crítico lúcido e inteligente, Paul Williams, hace los siguientes comentarios en la primera parte de su trilogía sobre la obra de Dylan, titulada en España Bob Dylan. Años de juventud, 1960-1973 (Robinbook, 2004):

“Posiblemente Dylan tuvo una idea sobre el tipo de intérprete en que a él le gustaría convertirse, sobre el tipo de canciones que a él le gustaría componer, y esperase que al interpretar esas canciones en el estudio, conseguiría crear un sonido o un clima que, a su vez, le inspirarían, le abrirían la puerta su nuevo estallido de creatividad. Aunque en realidad no sucedió nada.”

“Suena como si estuviera en el estudio de grabación porque tiene un contrato discográfico (y quizá porque su esposa no le quiere en casa), y por ninguna razón más, como un chaval que va a la escuela sólo a causa de la existencia de los agentes anti-novillos.”

“Lo que no cuadra al juzgar Self Portrait simplemente como un intento de ser escandaloso, de irritar a la gente, de rechazar someterse a la presión de ser un líder musical y cultural, es que representa un año entero de trabajo en el estudio (…) Yo tengo que suponer que junto con su desafiante (y deprimente) inteligencia, el álbum también es una aceptación de derrota.”

Difícilmente se puede añadir algo más a tan acertado análisis. Ahí estaba la señora Dylan, rodeada de churumbeles agarrados a su mandil, diciéndole a su marido “aquí en la cocina molestas, ¿Por qué no te vas a dar una vuelta con tus amigotes?”

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Con Self Portrait, tenemos la oportunidad de escuchar a un artista incendiario durante lo que se calificó, a lo Egipto Imperial, como su “Periodo Intermedio”. Antes de la treintena, Dylan ya se había convertido en un señor de su casa, crisálida del desolado y furioso divorciado que levantaría cuatro años después el eterno Blood on the Tracks. Para volver a contentarnos, Bob tuvo que sufrir. Supongo que él prefería ser el cantante ñoño del Self Portrait, tan feliz de enseñar a sus hijos a montar en bici, y de leer el periódico al amor del fuego junto a su señora, que está calcetando unos patucos. Aunque hablando de alguien de la categoría artística de Dylan, de ese laberinto de espejos viviente, es difícil dilucidar si prefiere el arte o la felicidad.

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Con el Self Portrait tenemos un claro ejemplo de la fascinación que nos puede producir la decadencia, o la apariencia de la decadencia. Personalmente me apunto a lo que dijo uno de sus compañeros de viaje durante aquel momento de calma chicha,  George Harrison: “Me gustan todos los discos de Dylan, también los malos.”

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