hypertrofia auditiva

Un bardo con extraños cristales en los ojos se acerca por las sombras del camino

micah-p-hinson

Por Javier Ferreirós

Parto de una premisa: acudir a un concierto sin saber tararear siquiera una canción del artista al que voy a ver y escuchar, guiándome sólo por los elogios que le dedican aquellos de gustos afines a los míos, los amigos, que saben mejor que yo lo que me gusta, claro. Parto de cero, y lo mío me cuesta: ¿Cómo resistir la tentación, pudiendo ver y oír cualquier cosa enredado en la red de redes? De ahí el mérito de mi experimento socio-histórico, aislamiento espacio-temporal respecto a una obra perfectamente accesible, como la de cualquier artista que quiera darse a conocer hoy día. Pero yo intento sentir lo que se sentía en los tiempos antiguos: llegan rumores de un bardo y damos por supuesto que conoce los tejemanejes del corazón humano, porque esa es la base de su oficio. No está lejos de tu aldea y pronto oirás su canto acercándose por los caminos. La vida vuelve a ser un erial en el que todo estímulo exterior es bienvenido, un plató almeriense de spaguetti western abandonado al que se acerca un forastero cantor.

Micah P. Hinson baila con las musas en su jardín secreto, me dicen quienes lo han visto acercarse (no me lo dicen así por una cuestión de pudor, pero como si lo hicieran). Lleva gafas de Buddy Holly, y ya se sabe que en nuestra era llevar gafas así significa mucho más que ser anatómicamente corto de vista.

Bueno, la sala ya está a oscuras. Vemos acercarse una escaramuza; parecen levantar polvo del parqué, pero sólo es el polvo de nuestra mitología; nuestros dioses son americanos, y estos enviados cabalgan a través del cementerio envueltos en su propio alambre de espino. Están vivos pero tienen prisa por tocar la fanfarria de los muertos. Melodías antiguas e insinuantes que parecen echar de menos la vida, y tratan a la muerte con una melodramaturgia que provocaría chanzas entre los viejos blueseros. Son los Timber Timbre, ocultos en esta gira bajo el pseudónimo “The Junior Arts Collective”. Sentimos el recogimiento del que son capaces, contra todo pronóstico, los nacidos en la inmensidad de la pradera, y observamos a la violinista, buscamos el morbo de la violinista, y nos encontramos lo último que queremos encontrarnos: la chica normal  de la mesa de al lado del McDonald´s.

Y mientras tanto, oculto a mi atención debido a mi ignorancia, el bardo pulula detrás de la barra de la sala como Micah por su casa. Es ese, me indican, pero se escabulle mientras ayuda a sus teloneros, que también son los músicos de su banda, a darle indicaciones al iluminador, porque los jinetes quieren más oscuridad, más crepúsculo. Hinson está en la Capitol como podría estar antes de tocar en una tasca de Abilene, Texas, poniéndose algo, andando por allí. Y siento que he logrado algo en mi búsqueda de la sensación mitólogica anterior a las grabaciones de sonido, porque supongo que Homero también se tomaría algo entre los parroquianos antes de empezar a recitar.

Terminan los teloneros y empiezan lo que serán cuarenta minutos de espera. Espérate, Homero, antes de hacer cantar y hacer bailar a las musas deja que el pueblo se deleite con unas libaciones y así hacemos caja. Es imprescindible comentar, para vislumbrar el ambiente, que el concierto fue un domingo, y yo, por suerte, logré encontrar un punto de apoyo en la barra. Vi gente con todo el aspecto de aguantar el chaparrón de la resaca y la música oscura con la esperanza de alcanzar pronto la costa serena y dorada de la música de Hinson, porque a diferencia de mí, ellos sí sabían a lo que iban (o eso creían). Dos chicas resoplaban apoyadas en la barra delante de mí mientras sus hombres, que las habían arrastrado hasta allí, aguantaban estoicamente rectos y culpables.

Salieron de nuevo los mismos músicos y se oyeron comentarios temerosos, oh dioses míos, atrapados en el tiempo. Una larga y poderosa introducción instrumental de tintes fronterizos precedió a la tan esperada entrada del artista, Micah el Deseado, que más que Buddy Holly parecía Flipy teñido de castaño. Vítores y aplausos mientras Micah le hablaba al oído a uno de los guitarristas (y cantante telonero) en actitud mourinhista y por tanto censurable, esta vez incluso para mí, acostumbrado al protocolo tradicional de saludo respetuoso por parte del artista a los que han pagado la entrada. Se dirigió al micro y oh dioses de la floresta, se puso a devorar una pera en los segundos previos a que llegase la estrofa en la que le tocaba cantar. La canción me gustaba, y me gustó aún más cuando Hinson le puso voz grave y cansada, pero entre el público ya iba cogiendo forma la decepción. ¿Acaso no es esto lo que suele hacer? me preguntaba. Pronto se reveló el bardo como uno de esos artistas que, delgados como un garabato, son furiosos e inmediatos. Entre canciones, relajado, despreocupado y cáustico, nos iba contando cosas de su vida. Uno de mis acompañantes me aclaró que no suele darle una lectura tan oscura y pausada a su repertorio (no me lo dijo así, pero creo que esta es una forma más correcta de expresarlo). Será por la banda que le acompaña, respondí. Pues será. De vez en cuando cogía otra pera (al parecer no tuvo tiempo a cenar en los cuarenta minutazos que estuvimos esperándole) y le daba un trago a una lata de Coca Cola. “En América te la sirven en vasos grandes”, comentó en un guiño cómplice hacia nuestras latas tradicionales. Lo sabemos.

En fin, fue un concierto “de caras B”, tal y como iba anunciando Hinson a cada canción (“this is the B side of…”), salpicado por algún tema conocido, tal y como mostraban los amagos de entusiasmo de los presentes, pero con inusuales arreglos cargados de eco, distorsión…y oscuridad.

En plena diatriba sobre su accidente de coche, y cuando se acercaba a la conclusión poética centrada en lo de salir vivo de aquello, alguien del público reventó y le gritó algo como “¡DÉJATE DE HABLAR Y TOCA, QUE SE TE DA MEJOR!!!”.Confusión y movimientos nerviosos por parte del artista, tendones y venas brotando de su escuálida estampa. Confusión porque no entendió las palabras- los anglosajones se lanzan a hablarle al público sin plantearse siquiera que tal vez no entienda la lengua del nuevo pueblo elegido- pero sí el tono y el volumen. Expresión de hartazgo recibida cual bravata fascista en paraninfo salmantino por un sector del público. Aprovechamiento por Micah del cabreo para cantar y tocar con furia y energía arrastrando a su banda, un “play fuckin´loud!!!” en toda regla.

Tras la canción resurgió la tensión, Hinson aceptó el duelo y retó al agitador a subir y tocar. Pero de pronto, uno allá arriba y otro allí abajo, rectificaron y se pidieron perdón con la torpeza que propició la situación.

Hubo bises, aunque dudé sobre las ganas de Hinson de volver a salir tras el rifirrafe. Pero por suerte fue fiel a su labor y a las exigencias de la forma de ganarse el sustento que ha elegido. Esta vez apareció él solo con su guitarra, y por fin, el que estaba allí bajo el foco, lejos del espacio-tiempo, era un bardo, un bardo melancólico y valiente,  expuesto, sin compinches tras los que parapetarse. Y habló sobre Woody Guthrie antes de tocar “This Land Is Your Land” desde las simas de su voz, que envejeció la canción y la ralentizó, no sin antes advertirnos de que, aunque hable de California y de Nueva York, es una canción universal. Lo sabemos.

Cantó después una canción escrita para su abuelo, y ese día, mágica y conmovedora casualidad, mi abuelo habría cumplido noventa años. Con la sala por fin en silencio me perdí en la oscuridad del techo sobre el escenario, y fue como estar al raso bajo la noche estrellada. Así, dicho sin pudor.

Micah P. Hinson no es Shakespeare, pero tampoco es Asurancetúrix. Pasó por nuestra aldea y por unos instantes consiguió que escuchásemos en silencio, lo que no es poco. A partir de ahora procuraré recurrir a la magia de la primera vez en la medida de lo posible, para no llevarme más decepciones con los viejos conocidos.

Ahora que lo pienso, Shakespeare sólo disponía de tres libros en su anaquel; Mozart, únicamente de papel, pluma y de su memoria. Tal vez esta sea la justa medida de estímulos  necesaria para la creación de obras fulgurantes (siempre que se disponga de una mente genial, claro)…

Mejor salgo de mi cápsula exenta de aditivos antes de convertirme en un amish, antes de perderle el terror a un apocalipsis que no será más que un apagón.

6 pensamientos en “Un bardo con extraños cristales en los ojos se acerca por las sombras del camino

  1. el comentario de «sube a tocar tú» fue desagradable , pero el de «calla y toca la puta canción» fue lo mejor del concierto, en fin, era lo que todos pensabamos .

Deja un comentario